‘Por culpa de una flor’, el mundo flamenco y psicodélico de la ilustradora María Medem
Esta obra maestra del noveno arte nos adentra en paisajes oníricos desbordantes de color para seguir los pasos de una chica solitaria que, cual extraña flor, se abre al mundo
Todo es de color, el clásico de Lole y Manuel, no dejaba de sonar en la cabeza de este cronista mientras estuvo inmerso, a lo largo de toda una mañana, en las 336 páginas de Por culpa de una flor, el monumental cómic que María Medem acaba de publicar, con el sello de Apa Apa Comics y Blackie Books, después de tres años de trabajo: “Cada día le dedicaba un poquito de tiempo”, confiesa, siempre modesta, la muy solicitada dibujante de 28 años. En un día cualquiera, lo mismo recibe una llamada del New York Times para ilustrar un artículo que le escribe un grupo indie japonés para la portada de su nuevo disco.
Todo es de color, María Medem no cita explícitamente a Lole y Manuel en Por culpa de una flor, aunque en los bocadillos de texto no faltan versos de otros clásicos del flamenco, como ese Fui piedra y perdí mi centro, de La Serneta. La autora reconoce que “Lole y Manuel fueron mi puerta de entrada en el flamenco, mi madre era muy aficionada y había muchos vinilos en casa. Y sobre todo Nuevo día, el disco de Todo es de color, que he escuchado un millón de veces. En Por culpa de una flor, no sólo he incluido citas flamencas en el texto, sino que también las hay a nivel gráfico, he reproducido algunas letras en dibujos, pero eso ya es para los que están muy metidos”.
Todo es de color. En Por culpa de una flor no queda ni el más mínimo espacio en blanco. Y no son colores naturalistas, al contrario, son más bien eléctricos, ácidos, como un viaje de ídem, en el que tenemos la sensación de tocar los sonidos y de escuchar los colores. La famosa sinestesia. La sevillana confiesa que Bellas Artes la alejó del naturalismo, porque ahí se lo imponían: “No me sentía cómoda, me daba tanto miedo utilizar los colores que sólo dibujaba con el negro. Pero fui encontrando mi manera de hacer con los colores de mis recuerdos. En verdad, los atardeceres no son tan bonitos, hay bastantes grises y morados, pero los recordamos con colores más fuertes. Ahora, si hago una escena de tarde, siento que lo he hecho bien si veo que refleja lo que sentí aquella tarde”.
Ese amor por los colores saturados le viene de largo: “cuando empezó a formarse mi gusto en materia de cómics me atrajo lo psicodélico, como la obra de Heinz Edelmann, el de Yellow Submarine, de los Beatles, que también diseñó a Curro, la mascota de la Expo de Sevilla. Por eso la nariz de Curro tiene tantos colores”.
Todo es de color. Y eso que, a menudo, además de sus recuerdos, Medem se inspira de fotografías en blanco y negro. En la exposición Constel.lació gràfica, en el CCCB, donde comparte estrellato con otras ocho autoras del cómic independiente nacional, puede verse la foto de Atín Aya que sirvió de modelo para una de las viñetas del libro: “Sí, es una foto tomada en las marismas del Guadalquivir. Lo descubrí en una exposición que se montó en Sevilla gracias a que sus fotos fueron la inspiración de La isla mínima. Me gusta no sólo por sus paisajes, sino por cómo capta a los personajes como si fuese gente extraña. También me inspiran Xavier Miserachs o Colita, que me dan la escena, pero me dejan imaginarme la atmósfera. Aunque eso no quiere decir que no me gusten fotógrafos que trabajen el color como Joel Meyerowitz, que los pone muy subidos”.
Todo es de color, y los colores se escuchan tanto como se sienten. Así lo ilustra, en la misma exposición, una instalación con una pantalla que simula el cielo que, gradualmente, va cambiando de color: “el banco para sentarse está inspirado en las ruinas que aparecen en el cómic, por el suelo hay romero esparcido, y la música que suena se la encargué a Ylia (Susana Hernández), que hizo como una banda sonora de Por culpa de una flor, recogiendo musicalmente algunas escenas en orden cronológico, y la Boterita (Rocío López) canta algunos pasajes. Está el momento en el que la protagonista sube las escaleras para tocar la campana, el de la poza, el del afilador…”.
Todo es de color, Medem los añade digitalmente: “De otra manera no hubiera podido acabar el cómic a tiempo. Primero dibujo a lápiz, luego a tinta, escaneo, pulo, añado el color y, finalmente, los bocadillos”.
Además de los paisajes surrealistas de una Andalucía soñada, también está la historia, que no por minimalista, resulta menos emocionante. Es la historia de una chica solitaria, que vive en una aldea desértica, que le tiene miedo a la gente, pero que se acabará abriendo al mundo, como esa extraña flor que ha descubierto, primero gracias a una inesperada visita, y luego a la catarsis colectiva de una no menos extraña fiesta popular en un pueblo lleno de espejos.
Pero, como “en las películas de David Lynch, que me encanta, lo importante es la atmósfera. Aunque cuente una historia que puede parecer sencilla, la atmósfera modifica la manera de percibirla. Por culpa de una flor es una historia totalmente anclada en la melancolía, protagonizada por una persona que sólo puede vivir en el pasado, pero acaba abriendo su manera de entender la realidad”. La lectura de este cómic también puede cambiar nuestra percepción de la realidad, por lo menos de nuestro pasado. Ya nunca más lo recordaremos con colores apagados. Por culpa de una flor es lo contrario de un mal viaje. Es un viaje maravilloso, no por ello menos alucinante. Todo es de color.
Source: elmundo.es