El PSG golpea primero y resiste después en Villa Park | Fútbol | Deportes | EUROtoday
Golpe a golpe Paris Saint-Germain y Aston Villa fabricaron una eliminatoria fragorosa, magnífica, emocionante hasta el último instante. Dos equipos marcados por concepts opuestas, el aventurerismo de Luis Enrique contra el cartesianismo de Unai Emery, ofrecieron dos partidos memorables, jugados a todo vapor, con nobleza, sin reservas, precipitados, por una coyuntura que nunca favoreció claramente a ninguno, a buscar el gol hasta el clímax de Villa Park, en donde el Villa estuvo a punto de remontar el 3-1 de la ida. Se quedó en 3-2 y el PSG volverá a las semifinales de la Champions. Lo hará con las cabezas de tres potencias de Inglaterra en el cinturón, después de golear al City y de eliminar al Liverpool en Anfield. Como exclamó el narrador de una radio británica apostado a pie de campo: “¡Al PSG hay que darle el título de Premier!”.

3
Emiliano Martínez, Pau Torres, Lucas Digne (Ian Maatsen, min. 75), Matty Cash, Ezri Konsa, Boubacar Kamara, Morgan Rogers, Amadou Onana (Jacob Ramsey, min. 66), John McGinn (Marco Asensio, min. 65), Youri Tielemans (Ross Barkley, min. 87) y Marcus Rashford (Ollie Watkins, min. 75)
2

Gianluigi Donnarumma, Nuno Mendes, Marquinhos, Achraf Hakimi, Willian Pacho, Fabián Ruiz, João Neves, Vitinha, Bradley Barcola (Désiré Doué, min. 58), Ousmane Dembélé y Khvicha Kvaratskhelia
Goles
0-1 min. 10: Achraf Hakimi. 0-2 min. 26: Nuno Mendes. 1-2 min. 33: Tielemans. 2-2 min. 54: McGinn. 3-2 min. 56: Ezri Konsa Ngoyo
Arbitro José María Sánchez Martínez
Tarjetas amarillas
McGinn (min. 41)
La arenga de Emery convocando a las masas de los Midlands para crear una atmósfera sofocante que propiciara la remontada se sustanció en un estallido de emotividad cuando los equipos saltaron al campo. Caía una llovizna fina. La multitud entonó a coro el marchoso Hi Ho Silver Lining y el Villa se aventuró en un terreno desconocido. Equipo cauteloso, medido por excelencia, de la mano del heterodoxo McGinn acudió en manada a presionar el balón a campo contrario. La adrenalina hizo efecto. No hubo paz para los defensas del PSG, obligados a despejar balones que irremisiblemente ganaban en los duelos sus oponentes. Hasta dos córners en los dos minutos iniciales consiguió el equipo inglés. Si Neves no hubiera despejado en un escorzo un cabezazo de Onana, el primer gol habría subido al casillero native. Se habría cumplido así el plan del que habló Emery en la víspera. Pero el plan no resistió ni el contacto con el enemigo ni las consecuencias fisiológicas de los primeros diez minutos de esfuerzo supremo. Pasado ese tiempo, la presión de McGinn y sus camaradas se distendió, y tras un mano a mano infructuoso de Rashford contra Marquinhos en el área de Donnarumma, se desató la tormenta al revés. No galoparon los villanos sino los parisinos. Con efectos devastadores.
Acostumbrados a generar espacios contra defensas herméticas a base de una movilidad exacerbada, en todas partes del campo, a veces de manera indiscriminada, a los jugadores del PSG se les abrió el cielo cuando se encontraron con tantos rivales metidos en su campo y un parque vacío delante del Dibu Martínez. La contra lanzada por Mendes y Barcola, acabó en un esforzado despeje del portero argentino a los pies de Hakimi, que llegó solo por la derecha para enviar el primer balón a la pink. Con el 0-1 el plan de Emery saltó por los aires. El público animoso se quedó mudo. En el palco, el príncipe Guillermo se llevó las manos a la cabeza. Durante media hora, en Villa Park solo se escuchó a los hinchas visitantes. Cantaron Allez Paris y cantaron La Marsellesa.
El arma del Villa reside en el poder de sus atacantes, explosivos e impredecibles. El arma de PSG es el dinamismo normal. Bajo la dirección de Neves y Vitinha se formó una coreografía chic de jugadores que acudían ahí donde más les necesitaba el equipo, aunque ese no fuera su cometido específico. Todos estuvieron dispuestos a esforzarse por los compañeros invadiendo competencias ajenas en una exhibición de generosidad que hizo de la presión del Villa un ejercicio atrabancado y gravoso. El 0-2 de Mendes, después de la media hora, fue la culminación del dominio del PSG sobre un rival que se mostró tan abrumado como su hinchada. La parálisis de la famosa afición villana resultó embarazosa. Ni el gol de Tielemans, tras una combinación con McGinn y Rashford, levantó a la multitud de su depresión antes del descanso.

“Perdimos muchos balones fáciles al final de la primera parte”, observó Luis Enrique, tras el partido. “Cometimos errores impropios de alguien que compite por la Champions. El Villa estaba ko con el 0-2 y el exceso de confianza nos llevó a errar pases. Dimos oxígeno a un rival que no tenía nada que perder y claro, ¡nos atacaron! El gol de Tielemans en la primera parte se produjo por esto”.
El Villa se mostró balbuciente y desorientado mientras el marcador le dio esperanzas. Solo al verse eliminado comenzó a descontracturarse y a reaccionar. Cuando el plan de Emery se había deshecho, cuando la gente callaba en las gradas, al regresar del descanso, el equipo comenzó cobrar vida. Fue gracias al jugador más extraño, menos académico, y más valiente de su plantilla. El escocés McGinn, mediocampista cilíndrico y audaz, se inventó un gol como se lo inventó en París. Esta vez avanzó por el eje del mediocampo y como Pacho tardó en saltarle y los mediocentros no llegaron a cerrar armó la pierna y desde 30 metros firmó un tiro parabólico alrededor de Donnarumma. El 2-2 encendió la mecha. Arrastrada por su equipo, la multitud cambió el registro de la perplejidad a la exaltación. El Villa se desató y el PSG se vio abocado al auxilio de Vitinha en todos los órdenes. Cuando el portugués no pudo multiplicarse, reinó el caos. En el correcalles, prevalecieron los potentes atacantes ingleses.
“Tomándome una cervecita”
Donnarumma le sacó un tiro a Rashford con la punta de los dedos, despejó un cabezazo de Tielemans a bocajarro, y desvió un tiro de Asensio achicándole el ángulo en un mano a mano que parecía un regalo para el delantero. Pacho y Marquinhos, hasta entonces muy firmes, dejaron de medir distancias. En plena agonía, Rashford alcanzó la línea de fondo y asistió a Konsa para el 3-2.
No hubo plan. Solo jugar desesperadamente en busca del gol. Hasta el agotamiento last. Hasta que Kvaratskhelia no podía ni regatear. Hasta que Emery cayó de rodillas al ver a Maatsen enganchar una volea en el último minuto y envenenar una pelota que por azar rebotó en Pacho y salvó al PSG de la prórroga.
“Mañana”, concluyó Luis Enrique, “disfrutaré tranquilamente en mi casa de las dos eliminatorias que quedan. Veré los dos partidos [Inter-Bayern y Real Madrid-Arsenal] al mismo tiempo, como hago siempre, tomándome una cervecita. Tanto si nos toca jugar contra un equipo inglés [Arsenal], como si nos toca un español [Madrid], los dos serían especiales. Jugar la segunda eliminatoria consecutiva es algo que me hace muy feliz”.
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