En la última década, desde la entrada en vigor del nuevo Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Marruecos, las importaciones de frutas y hortalizas en España procedentes de ese país se han multiplicado por cuatro. En el marco comunitario, en el mismo periodo, las mismas se han duplicado. Este incremento de las ventas de Marruecos (en España, en el conjunto de la UE y en el Reino Unido), a efectos del sector nacional, se ha traducido en un recorte de los precios en los mercados exteriores, así como un ajuste en el volumen de las ventas españolas. Esta situación se refleja sobre todo en algunos de los productos más importantes, como el pimiento o el tomate, donde se ha pasado de exportar más de 900.000 toneladas a no llegar a las 700.000 toneladas, con casi la pérdida de algunos mercados como el francés.
Frente al escenario anterior, el acuerdo de 2012 supuso un paso muy importante en materia de liberalización de los mercados, con nuevas medidas, especialmente sobre reducción o eliminación de aranceles, cupos y precios de entrada. El resultado de las nuevas condiciones, en el caso de España, se ha reflejado en un fuerte aumento en el volumen de las entradas para el conjunto de frutas y hortalizas: pasaron de 130.700 a 496.000 toneladas en hortalizas y de 17.400 a 238.000 en frutas, según los datos elaborados por la Federación de Productores de Frutas y Hortalizas (Fepex), que bebe de las cifras de Aduanas.
Del conjunto de las producciones de hortalizas que importó España destaca el tomate, que pasó de 19.000 a una media de 80.000 toneladas. También las judías verdes, que se dispararon a más de 80.000 toneladas, para estabilizarse en unas 70.000 y poner prácticamente contra las cuerdas y bajo mínimos a la producción nacional. Y el pimiento, que pasó de 21.000 a 74.000 toneladas.
En frutas, entre las producciones con un mayor crecimiento en las importaciones destacan los aguacates, que pasaron de 650 a 18.000 toneladas, las naranjas (de 2.000 a 10.500 toneladas), la sandía (un crecimiento espectacular, desde 435 a 122.000 toneladas), los melones (de 6.500 a una media de 9.000 toneladas), las fresas (de poco más de 3.000 a 8.000 toneladas), las frambuesas (de 300 a 32.000 toneladas) y los arándanos de (1.000 a 33.000 toneladas).
En el marco comunitario, las exportaciones de Marruecos pasaron en conjunto de 750.000 a 1,25 millones de toneladas. De ese volumen, las hortalizas aumentaron de 550.000 a casi 700.000 toneladas, destacando los tomates que pasaron de 317.00 a más de 400.000 toneladas, los pimientos de 62.000 a 114.000 toneladas (con años de hasta 140.000) o los pepinos, de 2.000 a 7.000 toneladas. En frutas, las ventas pasaron de 200.000 a 560.000 toneladas, donde los crecimientos más importantes se concretaron, al igual que con España, en sandías, aguacates, frambuesas y arándanos.
Evitar perturbaciones en los mercados
La patronal Fepex, en relación con el Acuerdo de Asociación, considera que no se ha aplicado cuando señala textualmente que las concesiones arancelarias y del régimen de los precios de entrada tendrían como objeto el mantener el nivel de las exportaciones marroquíes tradicionales en la UE y evitar perturbaciones en los mercados comunitarios. Entiende que tampoco se han aplicado las medidas de salvaguardia en el caso de que las concesiones otorgadas llegaran a una cantidad que produjera graves perturbaciones en los mercados. En esos casos, Bruselas podría adoptar las medidas necesarias, cosa que no ha hecho, inacción que incluso lo justificaba la Comisión señalando en 2021 que no había ningún daño consecuencia de las importaciones de Marruecos.
Fepex denuncia asimismo que la reducción de aranceles y de otras medidas se apliquen en las producciones procedentes del Sahara y que no se hayan adaptado los contingentes por la salida de Reino Unido. De cara a los intereses de los exportadores españoles, también ha tenido un efecto negativo la evolución de las ventas de Marruecos en las islas británicas en el mismo periodo, donde pasó de comercializar 70.000 a 240.000 toneladas, de las cuales 144.000 correspondieron a hortalizas y 95.000 a frutas.
Desde el sector, el responsable de frutas y hortalizas de COAG, Andrés Góngora, agricultor de invernadero andaluz, denuncia la evolución de las exportaciones de Marruecos, especialmente en el tomate. Y reclama que se lleven a cabo las necesarias inspecciones de las autoridades comunitarias sobre el cumplimiento de las condiciones para su entrada. En la misma línea, critica que no se apliquen las mismas exigencias en las políticas de producción para los agricultores comunitarios y los marroquíes en las prácticas de laboreo, especialmente en tratamientos.
En materia laboral entiende que el sector se encuentra en una posición de inferioridad con una diferencia de costes de uno a cinco si se tiene en cuenta que los costes de mano de obra suponen aproximadamente el 50% del total: una hora de trabajo en España supone unos nueve euros entre salarios y costes sociales, mientras en Marruecos esta cantidad supone el pago de una jornada de nueve horas. Una brecha que se abre aún más con las sucesivas subidas del salario mínimo interprofesional en España.
Patata francesa vieja lavada
Junto a las elevadas importaciones de Marruecos, el sector se enfrenta tradicionalmente a las entradas de la patata francesa, que ha desplazado en parte a la holandesa, con unas ventas en aumento que han pasado en los últimos años de unas 600.000 a superar el millón de toneladas. Por su parte, España bajaba su producción a algo menos de dos millones de toneladas: unas 80.000 toneladas de patata extra temprana en los primeros meses del año, 400.000 toneladas de patata temprana hasta junio y 1,5 millones de toneladas el resto del año de patata de media estación y tardía.
Las entradas de patata francesa son especialmente perjudiciales para la producción española en estos primeros meses del año, sobre todo para la producción nacional de extra temprana, más que por su volumen, porque se preste a confusión por su presentación, bajando además los precios. Se trata de un producto más blanco que una patata normal, que podría verse como patata nueva, recién producida. En definitiva, como una patata extra temprana española, cuando en realidad es una patata de conservación de la campaña anterior lavada. Como ha denunciado UPA, esto puede llevar a engaño a los consumidores si no se etiqueta correctamente, cosa que no se hace en una gran parte de la distribución minorista.
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Source: elpais.com