El Teatro Real estrena ‘Aquiles en Esciros’, primera ópera interpretada con partitura digital
Con una dinámica y puntillosa dirección musical de Ivor Bolton al frente de la Orquesta Barroca de Sevilla, una bien planteada dirección de escena de Marianne Clément y un muy adecuado reparto, en el que destaca la soprano Sabina Puértolas, aparece esta pieza notable de puro barroco, suprimida en el inicio de la pandemia.
Francesco Corselli (Piacenza, 1705- Madrid, 1778) fue maestro de la Capilla Real de Madrid, donde vivió 30 años. Según la nota de prensa del Teatro Real, esta ópera se estrenó en 1774 para festejar el enlace de la Infanta María Teresa Rafaela, hija de Felipe V, con el delfín de Francia, hijo de Luis XV.
La obra responde al esquema básico de la ópera barroca; un argumento que solía nutrirse de temas históricos o mitológicos en donde el drama humano se apoyaba en personajes donde la situación tenía más importancia que el carácter; lo que de verdad importaba era garantizar una estructura donde los recitativos dirigen la acción que las arias se encargan de interrumpir continua e implacablemente para manifestarse sobre cualquier tema; no sólo las cuitas del enamorado sobre el equívoco que lo atormenta, sino sobre las bellezas de un paisaje o los peligros de una embarcación obligada a atravesar un mar encrespado.
Poco interés tiene el sufrimiento de Aquiles obligado a hacerse pasar, vestido con faldas, por Pipa, así como las exigencias del rey que quiere casar a su novia con otro, o el empeño guerrero de un belicoso Ulises. Importan las arias, pues otro tipo de combinaciones, como dúos, tercetos o escenas de coro, escasean. Y en tan amplia variedad, el resultado es variado e, inevitablemente, irregular.
El escenario presenta una isla de Esciros que recuerda a los pedazotes de corcho de un belén navideño, por donde las figuras se mueven. La dirección de escena ofrece a los cantantes algo que hacer mientras desgranan sus largas arias, y una señorita vestida de época, que representa a la Infanta que iba a casarse, pulula entre los grandes corchos, entre curiosa y aburrida más por lo que ve que por lo que oye.
Pero lo esencial es que los músicos se entregan con convicción, animados por el entusiasmo gesticulante del director, cuya sensibilidad sobre este repertorio demuestra una vez más. El reparto responde con idéntica pericia, obligando al espectador a participar, si no en las cuitas heroico-sentimentales del grupo de fantasmas, en lo que importa, la música de Francesco Corselli, recuperado gracias al acierto de nuestro Teatro Real, obteniendo un muy merecido éxito.
Source: elmundo.es