Eva Soriano: “Es triste pero cierto: siento que tengo que ser graciosa para que me quieran”

Entrevista Chimpún

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Es la cómica del momento y lidera la revolución femenina del humor desde su ‘Showriano’ y el matinal de Europa FM. “Soy la chuche ácida de la comedia: estoy rica, pero hago daño”, ríe.

La cómica Eva Soriano, en el estudio donde graba su programa ‘Showriano’.Ángel Navarrete

En 2018 debutaba en televisión y, menos de cinco años después, lidera el urgente asalto al mainstream de las cómicas españolas. Eva Soriano (Reus, 1990) acaba de estrenar en Movistar un programa con su nombre (Showriano) y a su medida todoterreno: presenta, canta, baila, actúa y, por supuesto, hace comedia. Lo compagina con la conducción del show matinal diario de Europa FM, el crossfit y, según asegura, llevar la vida de una treintañera no eremita. “Me troncho una siesta gorda los viernes y a coquetear, o algo más, con el ocio”, se ríe.

Te llaman ‘la malota del humor’ y, si me lo permites, es un apodo espantoso.
Ya ves. No sé quién me lo puso ni por qué hizo fortuna, pero me horroriza bastante la idea de ir de malota. ¡Soy un oso amoroso! Lo que pasa es que soy un oso amoroso muy irónico, muy ácido y al final tienes ese puntillo de ‘joder con esta tía’. Es como la golosina que ves ahí todo dulce, pero le pegas un mordisco y es súper ácida: “Joder, está rica, pero a la vez me hace daño”. La definición de mi persona sería como una chuche ácida, que está rica y a la vez te hace llorar. A ver si triunfa: Eva Soriano, la chuche ácida del humor. Mucho mejor que eso de la malota.
Es que, además, como estás cuadrada parece que vas por ahí dando hostias.
¡Qué va! Utilizo absolutamente cero unidades de mi fuerza para el mal. Mi fuerza sólo la utilizo porque soy una persona que necesita desfogar y he encontrado en el deporte un lugar en el que puedo sentirme como si fuera Rocky Balboa, pero nada más alejado de la realidad. Soy súper pacífica.
Vaya fiesta te has montado con la excusa del programa.
A ver, es que yo estoy muy comprometida durante la semana porque no puedo salir por la noche, no puedo hacer nada porque me levanto muy temprano [presenta Cuerpos Especiales, en Europa FM, de 7 a 10 de la mañana]. Entonces la única excusa que tenía para tener algo de ocio, esparcimiento y diversión era montarme yo la fiesta. Y es lo que he hecho con Showriano: me he montado una discoteca a mi medida.

¿Cómo se vive haciendo un ‘morning’ con treinta y pocos? Te estás jodiendo la juventud
Si me lo dices así, me va a dar un bajón que cuando salga esta entrevista me presento en la radio y dimito [risas]. Creo que todo tiene su tiempo. Ojalá odiara el morning porque me ayudaría a tomar una decisión y dejar de madrugar, pero es que me apasiona, me lo paso súper bien y es muy buena escuela. Yo soy rápida precisamente porque tengo todos los días un gimnasio en el que ejercito el cerebro y tengo a mis neuronas todo el rato esquizofrénicas: “Necesitamos un chiste y lo necesitamos ya”. Esa necesidad y esa rapidez que requiere un morning se han instalado en mí. Igual es extraño decir esto teniendo en cuenta que mi carrera no es muy larga, pero estoy en mi mejor momento, a nivel cómico estoy a un nivel muy bueno y es en parte gracias a la radio.
Vale, asumiré que merece la pena el sacrificio.
Es que sigo saliendo, no sé a quién quiero engañar. Los fines de semana salgo porque soy una persona muy social, necesito de la gente para nutrirme, para tener historias que contar. Si dejo esa parte social solamente por trabajar, trabajar y trabajar, llegaría un punto en el que el cerebro no me dé nada porque no tendría nada que contar. Soy una firme defensora del equilibrio: si te matas toda la semana a trabajar, tienes que tener un pequeño merendero en el que puedas descontrolarte y el domingo estás hecha una mierda, pero una mierda feliz.
En poco más de cuatro años, has pasado de ser casi desconocida a tener un programa con tu nombre. ¿Qué ha pasado?
Sé que lo mío no es muy inusual. No te suelen dar un programa hecho por ti, a tu medida, a los 32 años. Además, tengo una carrera muy corta: no salí en televisión hasta 2018, pero he trabajado mucho, he conocido muchos sitios, muchos formatos y muchas facetas mías. He tenido una evolución acelerada, pero bastante lógica: se han compactado los años, pero he hecho todo lo que suele hacer un cómico en crecimiento. Esperemos que la bajada no sea igual de rápida, porque me iba a pegar una buena hostia contra la pared.
Actúas, cantas, presentas, haces monólogos… ¿Cuántas cosas tiene que hacer una cómica para que se le dé una oportunidad?
Hay una exigencia superior a la de los hombres, es evidente. En las cómicas hay siempre un sobreesfuerzo, tenemos que demostrar de más. Y ya no sólo demostrar de más, sino aguantarlo: “Vale, ¿eres buena? Pues tienes que ser buena todo el rato”. Sin embargo, un cómico la puede cagar en un momento dado, le puede pasar algo y sigue con su carrera. Nosotras, no sé si todas mis compañeras estarán de acuerdo pero es mi sensación, vivimos con la tensión de no poder fallar ni una vez. Tengo que ser siempre la mejor, tengo que estar siempre súper en forma a nivel cómico, ser rápida, ser elocuente, estar informada… Porque al primer mal día te vas a la mierda. Creo que el escenario está cambiando un poco, pero históricamente siempre hemos tenido que demostrar más y siempre se ha puesto en duda si somos válidas para hacer comedia. Es una dinámica que se sigue arrastrando, aunque vamos a mejor. Es maravilloso ver que ya hay mogollón de cómicas sin necesidad de tener que estar todo el rato reafirmando que somos graciosas, pero hasta hace tres o cuatro años prácticamente todos los presentadores eran hombres. Ahora que se ha empezado a coquetear con el mundo de la mujer se ha visto que, obviamente, podemos hacerlo igual o incluso mejor. Que el humor no entiende de sexos es bastante obvio.
‘Las tías no sois graciosas’ es una frase básica en el manual del cuñado.
Claro, y no ha desaparecido porque hace relativamente poco que ha cambiado el escenario. Cuando empecé en comedia era rarísimo que en un programa se permitiera tener a dos cómicas; tenían a una para cubrir la cuota. En los castings yo me encontraba que, a lo mejor, las dos mejores humoristas éramos dos tías y aún así seguían cogiendo a una sola. Siempre era: “Vale, hay que tener una tía, pero con que tengamos una ya está”. Entonces, ha sido mucho más complicado para nosotras llegar a puestos de importancia y ahora que hemos llegado hay que validarlo todo el rato: “Estoy aquí porque me lo curro, soy buena y soy válida”. Pero es que aún así, yo me sigo encontrando con mogollón de comentarios que no reciben los tíos sobre mi gracia o mis méritos. Hay una parte de la sociedad que aún cree que las mujeres no somos graciosas y lo sigue exteriorizando sin rubor. Estás todo el rato en una lucha constante para demostrar que el puesto que has logrado es el idóneo para ti.
De hecho, esta llegada de las cómicas a los grandes medios se produce como reacción a que muchas hayan logrado triunfar montándoselo por su cuenta, con podcasts o actuaciones.
Exacto. Yo soy cómica de sala, de teatros, de bar, y me hice muy fuerte en el stand up comedy, porque creo que es lo que mejor se me da. Soy muy buena en el escenario, porque tengo mucho callo. Y es cierto que las primeras oportunidades que me llegaron de lo audiovisual fue porque la gente me veía actuar y me llamaba para probar. Al final, yo lo que hacía era demostrar lo buena que soy trabajando, lo bien que hago comedia, lo inspirada que estoy cuando se me da una oportunidad. Otras compañeras mías se lo han currado de otro modo: “Vale, no me queréis dar un hueco, pues me voy a montar mi sitio porque público tengo y vais a acabar viniendo vosotros a buscarme”. Y lo han hecho genial con proyectos sacados adelante con tres clips y dos palillos porque son pedazos de cómicas. Había muchísima gente deseando escuchar lo que las cómicas tenemos que decir.
¿Los compañeros cómicos han apoyado este cambio?
Ahí ya no te sé analizar más allá de lo que yo he vivido: he estado con compañeros que en ningún momento han exteriorizado rechazo a las cómicas ni a la comedia femenina. Lo que pasa es que, como por defecto estaba montado todo así, tampoco había en ellos una intención de cambio porque es verdad que ellos estaban bien. Alguno habrá que piense que las tías no somos graciosas, pero la mayoría no. Simplemente, la cosa era así y no hay nada más cómodo y más sencillo que seguir una dinámica en lugar de preguntarnos por qué algo funciona de esta manera. No se puede buscar culpables en algo así, lo que hay que hacer es dar oportunidades a todo el mundo. No puede ser que, en la comedia y en cualquier aspecto vital, sólo tengamos la perspectiva de los hombres de mediana edad, porque al final sólo mostramos la opinión de una parte totalmente segada de la población. Hay que abrir el espectro para que todo el mundo tenga cabida. Si a ti ese tipo de discurso no te gusta, pero yo sí me siento reflejada, mala suerte. Yo también, como público, también tengo derecho a sentirme representada.
¿Hay chistes sólo para mujeres?
Hay muchas cosas que, por tema biológico, un hombre no puede entender: si yo hablo del dolor menstrual, por mucho que intente describirlo de forma precisa, hay un punto en que no puedes empatizar conmigo porque nunca lo has tenido. Yo eso lo entiendo, pero también llevo toda la vida escuchando chistes de penes y no ha pasado nada. Además, te puede hacer perfectamente gracia un chiste sobre la menstruación porque un chiste está estructurado para llegar al mayor número de espectadores. Sé que hay un punto en el que no vas a empatizar al 100%, pero te puede hacer gracia igualmente porque es un buen chiste. Y si la comedia es buena, aunque implique a otro colectivo, y no eres capaz de reírte porque lo dice una tía, permíteme que te diga que eres una persona que no evoluciona y no ve más allá de años y años de convencionalismos. A partir de ahí, yo ya no puedo hacer nada. A mis 32 años me he dado cuenta de que hay gente que seguramente nunca se suba a mi barco y se acepta.
¿Tienes muchos haters?
Algunos, pero este mundo del hateo no lo puedo comprender. Yo practico muchísimo que, si algo no me gusta, directamente no lo consumo, pero no entiendo ese machaque de te voy a hacer saber de la manera más destructiva posible que no me gusta tu trabajo, voy a ir a herirte y te voy a decir que eres una guarra por hablar de la menstruación o que menuda zorra por hablar de sexo. No me conoces, no sabes cómo soy yo, no sabes nada de mí, ¿cómo te puedes permitir insultarme así a nivel personal? De verdad que no entiendo a esa gente, pero ya no me voy a esforzar por convencerles. Como humorista, intentas agradar al máximo número posible de personas, pero llega un punto en el que te das cuenta de que cuando desarrollas cierto discurso o tu humor va enfocado a ciertas cosas, hay gente a la que la pierdes. Pues adiós. Yo estoy enfocada en dejar de lado los comentarios faltosos que me hacen daño y centrarme en la gente que me valora, me quiere y está conmigo.
¿Cuándo dijiste ‘mamá, quiero ser artista’?
He sido artista siempre porque ya era una niña muy folclórica. La movida es que siempre estaba coqueteando con diferentes disciplinas. De pequeña quería ser cantante, me apuntaron a canto, he trabajado en orquestas, luego hice Arte Dramático… He sido todo y nada a la vez, una especie de mocatriz, como la canción de Ojete Calor: modelo, cantante y actriz, porque también hice cosas de moda. No me gusta conformarme ni estar estancada y sentir que no estoy haciendo algo que de verdad me entusiasme. Desde pequeña he sido el alma de la fiesta de mi casa y si había alguien triste, me ponía un traje de flamenca y empezaba a cantar. Creo que es por un tema de afecto, una forma de llamar la atención y de buscar cariño. Me decían “mira, qué graciosa la niña” y era un refuerzo positivo. He desarrollado mi personalidad alrededor de esa premisa: tengo que ser graciosa para que me quieran. Esto es tristísimo, eh, pero es cierto.
Ahora te quiere mucha gente, entonces.
Eso parece. Vi un cambio bastante heavy con Tu cara me suena, ahí pasé del underground de la comedia y los programas de nicho como Late Motiv al prime time generalista con sus audiencias locas. Fue una hostia terrible de realidad y, aparte, coincidió en un momento en el que nos quitábamos las mascarillas. Pasé de ir por la calle sin que me reconociera el vecino a que me pidieran fotos y me fueran parando. Yo no llevo mal la popularidad. La gente que se acerca lo hace con mucho cariño y mucha admiración y hay un punto de ego ahí que a todos nos gusta. No te lo voy a negar, a mí me hace feliz. Es verdad que a veces hay algún episodio más desagradable porque puedes tener un mal día o alguien te aborda de una forma menos adecuada, pero no es habitual. Tengo un fandom bastante guay y les estoy súper agradecida porque hacen que yo tenga la repercusión que tengo. Estoy aquí por ellos.
Pese a lo bien que te ha ido, acumulas unas cuantas cancelaciones de programas. ¿Cómo lidias con el fracaso?
Al principio lo pasas mal porque pones en duda tu trabajo: “Hostia, me han echado porque no soy buena”. Pero ahora he entendido cómo funciona la televisión y hay veces que, aunque hagas un trabajo excelente, hay muchísimas cosas alrededor que no tienen nada que ver ni con tu valía ni con tu curro ni con tu esfuerzo. Entonces, me lo tomo con filosofía: “Se ha intentado con la mayor ilusión, se ha cancelado y ya está, pero yo lo he hecho lo mejor que sé”. No me suele amargar porque si no hay tele, está la radio; si no hay radio y no hay tele, pues al teatro. Tengo tan diversificada la profesión, hago tantas cosa y todas me gustan tanto, que no me agobio porque siempre tengo una salida. Nadie se ha muerto porque se le haya acabado un programa de televisión. Hay que relativizar las cosas al máximo porque, si no, en esta profesión acabas amargada, machacándote y teniendo conductas súper destructivas. Hay que darle la importancia a las cosas que tienen y ser el mejor profesional porque puedas ser. Punto.

Source: elmundo.es

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