Radiografía del monstruo de Lardero: extrema violencia, sadismo y… ¿por qué andaba suelto?

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Francisco Javier Almeida ha culpado al niño mientras se revelan detalles de extrema violencia. Cuando cometió el crimen estaba en libertad, en tercer grado, pese al rechazo de los técnicos

Una de las sesiones del juicio por el asesinato del niño Álex.EFE

Francisco Javier Almeida es la perversión de la maldad. Lo dice el currículum judicial que le acompaña desde hace 30 años -fecha de su primera condena por violación (es un agresor sexual que no está rehabilitado)- y lo certifica desde el lunes su comportamiento en el juicio por la violación y estrangulamiento del pequeño Álex, de 9 años, en octubre de 2021 tras llevárselo engañado de un parque en Lardero (La Rioja). En estos días, su personalidad curva y zigzageante se ha alargado. Las acusaciones piden que no salga más de la cárcel: prisión permanente revisable.

Se sienta en el banquillo por el crimen del niño, pero llega a él con una sentencia de 1998 que le condenó a 25 años por matar a una agente inmobiliaria de 26 años de la manera más salvaje posible. Como a Álex. La violencia que empleó fue tal que los jueces se detuvieron en ella para resaltar que se recreó en la agonía de su víctima. Las 16 puñaladas que le dio -antes de la última mortal en el corazón- las ejecutó, precisaban los magistrados, «con ánimo de excitarse sexualmente cuando (la víctima) todavía estaba con vida».

El juez que lo redactó tras el veredicto del tribunal popular destacó el «grave padecimiento» de la mujer. Este fallo ayuda a profundizar en las catacumbas de la mente de Almeida, poseedor también de otra condena por agresión sexual, fechada en 1993, por la que estuvo cuatro años en prisión de los siete a los que le condenaron. Raptó a una niña de 13 años, la agredió sexualmente y, cuando quiso estrangularla con un cable, ella logró escaparse.

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Tres décadas después, actuó igual con Álex. El niño no pudo huir porque Almeida cerró con llave su piso, lo llevó al dormitorio, lo desvistió, lo violó, lo estranguló y lo volvió a vestir. Ejecutó la barbarie -según el testimonio de un policía local durante el juicio ya había intentado con otros niños mediante mentiras- en apenas 20 minutos. El día que mató a Álex, Almeida no debería haber estado en libertad. Le quedaban dos años para cumplir la condena de 25 por el crimen de la agente inmobiliaria pero, contra el criterio de la mayoría de profesionales que lo trataban en la cárcel -que no se fiaban ni de su reinserción ni de su recuperación- se le concedió el tercer grado.

En el juicio ha quedado al descubierto otro dato especialmente doloroso: la primera llamada vecinal alertando de que Almeida se había intentado llevar a un niño es del 14 de abril de 2021. Seis meses antes de que asesinara a Álex. Fue una madre la que alertó a la Policía Local pero no se le pudo localizar. Empleó la misma táctica que con Álex la noche de Halloween, cuando se acercó al parque donde jugaba y le convenció para que le acompañara a casa engañándole con que el iba a enseñar un cachorro.

Francisco Javier Almeida, en su ventana días antes de matar a Álex, en una foto tomada por los niños de Lardero.EL MUNDO

Tras matarlo, lo cogió en brazos, salió del piso y esperó al ascensor para llevárselo. Fue sorprendido por la Policía y la Guardia Civil, a los que ya se había alertado. Desde entonces, guardó silencio. No quiso declarar ni ante los investigadores ni ante el juez de guardia ni ante la instructora. Únicamente lo hizo al ingresar en prisión. Pidió ver a un sacerdote. Fue para pedirle ropa.

Violencia extrema y brutalidad

Ante el jurado, ha roto esta tendencia. Fue en su declaración del pasado lunes y en ella descargó la responsabilidad en el niño. Dijo que el menor lo hizo todo «voluntariamente». Atribuyó su comportamiento a que había bebido y a que no recordaba nada. El agente que instruyó las diligencias, por contra, subió al estrado un relato desgarrador y lo desmintió ante su fastidio. Aseguró que las marcas que presentaba Álex eran «de extrema violencia». El niño, abundaron los agentes, tenía hematomas en la boca, en la encía superior y el labio interior, unas marcas de «elevada violencia». También tenía en el cuello, resultado de una asfixia ocasionada desde atrás, con el brazo, subiéndolo incluso hacia arriba. Algo que hizo que el niño «en absoluto» tuviera medio de defensa. Ayer fue el turno de las forenses que hicieron la autopsia. Declararon que el niño falleció por asfixia tras una agresión ejercida con violencia extrema y brutalidad.

Insistieron en que no tuvo posibilidad de defensa. Todos los moratones que tenía Álex en la cara, cuello y tórax se produjeron en vida, muchos de ellos por sujeción o inmovilización, según interpretaron en su informe. Otro equipo forense, en este caso psiquiátrico, trazó hace meses el perfil de Almeida. Los profesionales resolvieron que su personalidad, lejos de aproximarse al tormento, se revela pausada y sin sobresaltos. En su dossier, presentaron a un hombre con un nulo arrepentimiento y que es perfectamente capaz de distinguir el bien del mal. Sabía lo que hacía. «Podemos concluir que no hay diagnóstico psiquiátrico alguno ni alteración psicopatológica», refirieron.

Source: elmundo.es

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